viernes, abril 29, 2005
LO QUE CENSURO EL UNIVERSO
La televisión no está en nada
Roberto Aguilar
La gente llama a la radio para quejarse de la TV. Una señora protesta
porque los canales no cubren lo que está ocurriendo en Quito. Otra
asegura que todos los noticieros -no hace distinciones- son unos
vendidos. Un joven los está viendo y comprende que
no hay cómo creerles nada, se comunica con la radio y grita su
indignación al mundo. Para eso, para que los inconformes griten su
Y la gente no para de llamar. Muchos van personalmente a los estudios,
donde Paco Velasco, el director, recibe a todo el mundo. Están hartos.
No sienten el menor respeto por ningún político, empezando por
"Bucaram y su edecán", a quienes detestan. Están hartos del Gobierno,
de la Corte y del Congreso. Y, con igual irritación, están hartos de
la TV. De pronto, alguien telefonea y dice: vamos a los canales para
gritárselo en la cara. Y los participantes del cacerolazo, que lo
escuchan, dicen sí, vamos, vamos a gritárselo en la cara. Y van al
canal que está más cerca.
Es la noche del viernes 15 de abril. Sólo en la avenida de los Shyris,
15.000 forajidos, así los llama el Coronel, se manifiestan pacífica
pero ruidosamente. Grupos de entre cien y un millar de personas hacen
lo propio en Monjas, La Vicentina, Conocoto, Villa Flora, avenida
América, Amazonas, Cumbayá, Sangolquí... Sumando todo eso, más los miles
de carros en caravana por las principales avenidas, más los centenares
que llaman a la radio, resulta una multitud quizá más grande (por no
hablar del impacto en el conjunto de la ciudad) que la que reunió
Bucaram en Guayaquil. Ya vendrá él a decirnos que a lo suyo fueron
quinientos mil, quién le cree. Por cierto ¿cuántos fueron? Nadie dio
cifras, solo Teleamazonas mostró unas reveladoras tomas de la 9 de
Octubre semivacía. El caso es que, en esa ocasión, seis canales,
incluso Teleamazonas, pasaron 'en directo' el acontecimiento y le
dedicaron más de tres horas del día en que murió el Papa. Hoy, apenas
si se conectan en esporádicos flashes informativos con el cacerolazo.
En la tribuna de la Shyris, una televisión transmite la telenovela de
las nueve, a vista y paciencia de los manifestantes. A pocos metros de
ahí, el personal de la unidad móvil de Ecuavisa mira el fútbol por
Canal Uno mientras espera la hora del flash.
Pero el problema no es cuánto cubrieron los canales, sino cómo. Apenas
me voy a referir a los que no lo hicieron. TC, que la noche del
jueves, con 12.000 personas en la calle, hablaba de "decenas de
manifestantes" (así mintió Sandra Grimaldi) y luego mostraba tomas de
la 10 de Agosto, donde no había nadie (en ese momento). Y Gamavisión,
que la mañana del viernes despachaba la noticia en su segmento "En
resumen" y se dedicaba a hablar del tema eléctrico. Canales vendidos
al Coronel en espera de que exculpe a sus banqueros, o ex banqueros, o
lo que sean esos prófugos de apellido Isaías. Es una vergüenza. Lo
suyo no es periodismo sino mercenarismo. Como aquí hablamos de
periodismo, no cuentan. El problema son los otros canales, los que no
mintieron sobre los cacerolazos ni los minimizaron (tanto), los que
cubrieron el tema y abrieron con él su edición nocturna (aunque solo
el tercer día) pero, aun así, fueron incapaces de comprender lo que
estaba ocurriendo y de transmitir al país siquiera una idea lejana de
la naturaleza de las protestas. El viernes conversé por teléfono con
amigos de Guayaquil y Cuenca: o bien no tenían idea del asunto, o
tenían una muy distorsionada. Claro, ¿cómo se iban a enterar? Radio La
Luna no llega a esas ciudades.
Es increíble: ningún canal hizo un reportaje sobre La Luna. Ninguno.
Entrevistaron a Paco Velasco, sí, pero nadie contó la historia. La
historia de cómo él abrió los teléfonos durante todo el miércoles, día
de paro, para que la gente se expresara con libertad a través de su
señal. Cómo fueron congregándose en torno a ella miles de ciudadanos
decepcionados de sus líderes, frustrados de ver cómo su paro
provincial se convertía en una tragicomedia de segunda, incrédulos al
comprobar que el vencedor del Cenepa era incapaz de bloquear una
ciudad tan fácil de bloquear (pregúntenle al MPD) como la larga y
angosta Quito, con sus vulnerables vías de conexión con los
estratégicos valles. Cómo esa gente, al caer la tarde, cuando medio
Quito estaba oyendo La Luna, quiso hacer algo para salvar los muebles
y empezó a proponer ideas en la radio. Cómo se impuso, poco a poco, la
idea del cacerolazo, e inmediatamente corrieron los mensajes en la
Internet y en los celulares, mensajes de los que todos los
periodistas de la televisión estaban al tanto. Porque el fenómeno de
comunicación de masas más espectacular que recuerde el país sucedía
ante sus ojos, pero no se dieron cuenta. Después de todo, son gente de
medios, ¿por qué habrían de interesarse en los medios?
Nuestra televisión es como el perro de Pavlov: responde de manera
predecible a estímulos básicos. Si la noticia es "concentración
masiva", entonces instala unas cámaras en las terrazas y otras en la
tarima, y entrevista a las personalidades principales. Si es una
marcha, dispone unidades a lo largo de la ruta. Si en la tarima está
Bucaram o Nebot o Paco Moncayo, transmite 'en vivo' por espacio de
tres horas. Pero si uno de esos ingredientes falta o se altera,
entonces estamos perdidos porque se trata de un estímulo complejo. Y
eso, para nuestra televisión, es chino. En los cacerolazos, ocurre que
no hay ruta ni tarima, ni personalidad que pueda hablar ante las
cámaras a nombre de la manifestación. Sin embargo, para los canales se
trata de una manifestación como otra cualquiera. Grande, sí, pero
igual a otra cualquiera. No saben valorar el hecho, inédito en la
historia de nuestra democracia, de que esa multitud se ha
autoconvocado. A esas 20.000 o más personas no las llamó ninguno de
los habitúes de los estudios de TV. Ni el alcalde ni el prefecto, ni
el de la colita ni los Rugrats 25, como les dicen. Se llamaron solos.
Pero cuando llegan los reporteros a la Shyris, lo primero que hacen es
buscar al alcalde o al prefecto (que no están), al de la colita o a
Blasquito, al coronel Hernández o a los Ciudadanos por la democracia.
En lugar de contar la historia de cómo ellos no tienen nada que ver
con el asunto o, en todo caso, no más que cualquier otro. Y luego
quedan encandilados con boberías, como el reventón de los globos del
jueves, suceso absolutamente marginal que recibió cobertura especial
en todos lados, qué bonito, qué creativo. Pero del condumio, nada: por
qué esos 20.000 están ahí; cuánta determinación se contiene en una
autoconvocatoria tan masiva; cómo todo esto es determinante para el
país. Para todo el país. Los cacerolazos de Quito son más
significativos que la marcha blanca, la marcha de la capital y la
marcha de Abdalá juntas. Si no por sus dimensiones, sí por su
naturaleza. Pero la TV no puede verlo. Y el país tampoco, por su
culpa.porque los canales no cubren lo que está ocurriendo en Quito. Otra
asegura que todos los noticieros -no hace distinciones- son unos
vendidos. Un joven los está viendo y comprende que
no hay cómo creerles nada, se comunica con la radio y grita su
indignación al mundo. Para eso, para que los inconformes griten su
indignación al mundo, radio La Luna, la del cacerolazo quiteño,
mantiene abiertos sus teléfonos y sus micrófonos durante todo el día.Y la gente no para de llamar. Muchos van personalmente a los estudios,
donde Paco Velasco, el director, recibe a todo el mundo. Están hartos.
No sienten el menor respeto por ningún político, empezando por
"Bucaram y su edecán", a quienes detestan. Están hartos del Gobierno,
de la Corte y del Congreso. Y, con igual irritación, están hartos de
la TV. De pronto, alguien telefonea y dice: vamos a los canales para
gritárselo en la cara. Y los participantes del cacerolazo, que lo
escuchan, dicen sí, vamos, vamos a gritárselo en la cara. Y van al
canal que está más cerca.
Es la noche del viernes 15 de abril. Sólo en la avenida de los Shyris,
15.000 forajidos, así los llama el Coronel, se manifiestan pacífica
pero ruidosamente. Grupos de entre cien y un millar de personas hacen
lo propio en Monjas, La Vicentina, Conocoto, Villa Flora, avenida
América, Amazonas, Cumbayá, Sangolquí... Sumando todo eso, más los miles
de carros en caravana por las principales avenidas, más los centenares
que llaman a la radio, resulta una multitud quizá más grande (por no
hablar del impacto en el conjunto de la ciudad) que la que reunió
Bucaram en Guayaquil. Ya vendrá él a decirnos que a lo suyo fueron
quinientos mil, quién le cree. Por cierto ¿cuántos fueron? Nadie dio
cifras, solo Teleamazonas mostró unas reveladoras tomas de la 9 de
Octubre semivacía. El caso es que, en esa ocasión, seis canales,
incluso Teleamazonas, pasaron 'en directo' el acontecimiento y le
dedicaron más de tres horas del día en que murió el Papa. Hoy, apenas
si se conectan en esporádicos flashes informativos con el cacerolazo.
En la tribuna de la Shyris, una televisión transmite la telenovela de
las nueve, a vista y paciencia de los manifestantes. A pocos metros de
ahí, el personal de la unidad móvil de Ecuavisa mira el fútbol por
Canal Uno mientras espera la hora del flash.
Pero el problema no es cuánto cubrieron los canales, sino cómo. Apenas
me voy a referir a los que no lo hicieron. TC, que la noche del
jueves, con 12.000 personas en la calle, hablaba de "decenas de
manifestantes" (así mintió Sandra Grimaldi) y luego mostraba tomas de
la 10 de Agosto, donde no había nadie (en ese momento). Y Gamavisión,
que la mañana del viernes despachaba la noticia en su segmento "En
resumen" y se dedicaba a hablar del tema eléctrico. Canales vendidos
al Coronel en espera de que exculpe a sus banqueros, o ex banqueros, o
lo que sean esos prófugos de apellido Isaías. Es una vergüenza. Lo
suyo no es periodismo sino mercenarismo. Como aquí hablamos de
periodismo, no cuentan. El problema son los otros canales, los que no
mintieron sobre los cacerolazos ni los minimizaron (tanto), los que
cubrieron el tema y abrieron con él su edición nocturna (aunque solo
el tercer día) pero, aun así, fueron incapaces de comprender lo que
estaba ocurriendo y de transmitir al país siquiera una idea lejana de
la naturaleza de las protestas. El viernes conversé por teléfono con
amigos de Guayaquil y Cuenca: o bien no tenían idea del asunto, o
tenían una muy distorsionada. Claro, ¿cómo se iban a enterar? Radio La
Luna no llega a esas ciudades.
Es increíble: ningún canal hizo un reportaje sobre La Luna. Ninguno.
Entrevistaron a Paco Velasco, sí, pero nadie contó la historia. La
historia de cómo él abrió los teléfonos durante todo el miércoles, día
de paro, para que la gente se expresara con libertad a través de su
señal. Cómo fueron congregándose en torno a ella miles de ciudadanos
decepcionados de sus líderes, frustrados de ver cómo su paro
provincial se convertía en una tragicomedia de segunda, incrédulos al
comprobar que el vencedor del Cenepa era incapaz de bloquear una
ciudad tan fácil de bloquear (pregúntenle al MPD) como la larga y
angosta Quito, con sus vulnerables vías de conexión con los
estratégicos valles. Cómo esa gente, al caer la tarde, cuando medio
Quito estaba oyendo La Luna, quiso hacer algo para salvar los muebles
y empezó a proponer ideas en la radio. Cómo se impuso, poco a poco, la
idea del cacerolazo, e inmediatamente corrieron los mensajes en la
Internet y en los celulares, mensajes de los que todos los
periodistas de la televisión estaban al tanto. Porque el fenómeno de
comunicación de masas más espectacular que recuerde el país sucedía
ante sus ojos, pero no se dieron cuenta. Después de todo, son gente de
medios, ¿por qué habrían de interesarse en los medios?
Nuestra televisión es como el perro de Pavlov: responde de manera
predecible a estímulos básicos. Si la noticia es "concentración
masiva", entonces instala unas cámaras en las terrazas y otras en la
tarima, y entrevista a las personalidades principales. Si es una
marcha, dispone unidades a lo largo de la ruta. Si en la tarima está
Bucaram o Nebot o Paco Moncayo, transmite 'en vivo' por espacio de
tres horas. Pero si uno de esos ingredientes falta o se altera,
entonces estamos perdidos porque se trata de un estímulo complejo. Y
eso, para nuestra televisión, es chino. En los cacerolazos, ocurre que
no hay ruta ni tarima, ni personalidad que pueda hablar ante las
cámaras a nombre de la manifestación. Sin embargo, para los canales se
trata de una manifestación como otra cualquiera. Grande, sí, pero
igual a otra cualquiera. No saben valorar el hecho, inédito en la
historia de nuestra democracia, de que esa multitud se ha
autoconvocado. A esas 20.000 o más personas no las llamó ninguno de
los habitúes de los estudios de TV. Ni el alcalde ni el prefecto, ni
el de la colita ni los Rugrats 25, como les dicen. Se llamaron solos.
Pero cuando llegan los reporteros a la Shyris, lo primero que hacen es
buscar al alcalde o al prefecto (que no están), al de la colita o a
Blasquito, al coronel Hernández o a los Ciudadanos por la democracia.
En lugar de contar la historia de cómo ellos no tienen nada que ver
con el asunto o, en todo caso, no más que cualquier otro. Y luego
quedan encandilados con boberías, como el reventón de los globos del
jueves, suceso absolutamente marginal que recibió cobertura especial
en todos lados, qué bonito, qué creativo. Pero del condumio, nada: por
qué esos 20.000 están ahí; cuánta determinación se contiene en una
autoconvocatoria tan masiva; cómo todo esto es determinante para el
país. Para todo el país. Los cacerolazos de Quito son más
significativos que la marcha blanca, la marcha de la capital y la
marcha de Abdalá juntas. Si no por sus dimensiones, sí por su
naturaleza. Pero la TV no puede verlo. Y el país tampoco, por su
miércoles, abril 20, 2005
Otra vez¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Cuando aun estaban en mi mente los gritos de un montón de paisanos diciendo Bucarán Fuera¡¡¡¡¡¡¡¡, y de Jamil Fuera¡¡¡¡¡¡¡¡¡, que creen???? Pues ahora el grito era Lucio Fuera¡¡¡¡¡¡¡¡ , las oligarquías deben estar contentas por haber echo enfrentar al pueblo contra el pueblo, al cholo contra el cholo , al indio contra el indio
Una turba enardecida motivada por agitadores políticos sitió la ciudad capital para hacer justicia con sus propias manos, haciendo caso omiso a la constitución , pidiendo disolver todo, amenazando con arrastrar a todos los políticos como a Alfaro (El Noticiero al cierre TC , 19 e abril), eso es tan feo como escuchar a un judío decir que los va a arrastrar así como arrastraron a Jesucristo, y como es normal en estas situaciones hay heridos y muertos, pero no se me les carguen a los policías, el chileno que murió era reportero, y murió como cualquier corresponsal de guerra que se precie de serlo desea morir, porque nadie lo mando a estar en el mero centro de los gases, el fue solito a buscar la mejor foto, y los heridos , quien los manda a estar al frente a recibir las bombas, si quieren dárselas de guerrilleros pues que se aguanten.Pero bueno ojala a Palacios lo dejen gobernar, o que por lo menos lo dejen entrar a la casa de gobierno, una vez mas se ha demostrado que este país es ingobernable.
Por ultimo felicitar a ECUAVISA y a Canal 1 por su excelente transmisión, mi admiración a Alfonso Espinosa por estar sentado todo el rato informando (ya ha de tener hecho cayo la nalga), al reportero de ECUAVISA que se escondió en el aeropuerto e informaba por celular, y la estrella del día, el piloto que saco a Lucio del palacio, mi admiración a ese señor, capaz de aterrizar en 1 metro cuadrado.
miércoles, abril 06, 2005
El fin del Exilio
viernes, abril 01, 2005
Chalito en Madrid
Aquí esta mi pana chalito en España, el como muchos ecuatorianos tuvo que emigrar en busca de un futuro mejor y para no perder las costumbres ni el acento se reúne los fines de semana en el parque el retiro con sus compatriotas donde degusta platos típicos pero extrañando el sabor a tifoidea y triquina típicos de la bahía
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